Súper alimentos 

Están los súper intereses y los súper alimentos (sí, me he inventado este concepto mientras escribía esta frase). 

Cuando me da por comer un alimento, puedo estar meses comiendo eso mismo cada día.
Podría alimentarme sólo de ese “súper alimento” pero sé que no debo y lo complemento con más cosas, claro. 

El problema está en que no siempre son cosas saludables. Seamos sinceros, casi nunca lo son. Y me auto “prohibo” engancharme (sí, tal cual suena) a algunos de estos alimentos..A veces lo consigo. 

Por un lado, es una maravilla lo mucho que disfruto comiendo el alimento en cuestión, pero por otro lado, me siento mal, no sé muy bien el porqué. Igual por el simple hecho de que es algo que me hace diferente a mi entorno. ¿Masking? Lo pensaré bien.

Para poner un ejemplo, ahora llevo una temporada (unos 8 meses ya) con la berenjena. Me la como cocinada en todas las modalidades habidas y por haber.  En este caso está bien porque la puedo mezclar con otros alimentos y, oye, es verdura.
U otro ejemplo: desde hace unos meses, también me ha dado por los pistachos. Cada mañana (literal, de lunes a domingo) me como un puñado, o dos; a veces tres o más.  

Y un ejemplo negativo podría ser cuando me dio por comer “pelotazos”, una cochinada monumental para niños, que estoy segura que le echan algo absolutamente adictivo. 

También me pasa con los restaurantes. Suelo repetir los mismos sitios y en esos sitios suelo comer lo mismo siempre.
Si cambian la receta o lo quitan de la carta, es posible que no vuelva a ir. Y haré hasta un duelo.
Confesión: en algunos sitios he pedido el mismo plato de primero y segundo. O de postre he repetido un entrante. Sí. 

¿Hasta cuándo me duran esos “súper alimentos”? Pues esto es como los súper intereses: Pueden durar un día, una semana, un mes, un año o una vida entera. Nunca se sabe. Incluso, algunos van y vuelven. Cuando los “redescubro” entro en estado de euforia (¡Wiiiiiii!).

Pero la cosa se puso muy fea, hará casi un año, cuando me di cuenta que es un tema al que no le había dado importancia hasta que tomé consciencia de que llevo toda la vida sometiéndome a atracones por ansiedad. Todo lo solucionaba comiendo. Y cuando digo todo, es todo.

Poco se habla de este tema. Y hoy no profundizaré sobre ello, pero cuando esté preparada hablaré sobre trastornos de la conducta alimentaria (TCA). Es un tema que todavía me duele. 

Menudo popurrí de cosas he escrito hoy eh 😉 

Si queréis leer más cosas sobre mi maravillosa (ironía) alimentación, podéis hacerlo aquí.

súper alimentos

Alimentación en el espectro

Hay muchos libros sobre dietas saludables. Yo podría escribir uno con mis manías y mi dieta “curiosa”. Y es que mis analíticas “perfectas” son un milagro. Por favor, que nadie tome esto como un ejemplo a seguir; es sólo mi experiencia con mi dieta fatal. 

Cuando me preguntan “¿Tienes alguna manía?” la respuesta es “¿En serio quieres que te las diga todas? Mejor dime en qué estabas pensando y te contesto sí o no”. 

Voy a enumerar algunas de las cosas que me vienen a la cabeza:

  • Bebida: a parte de que no soporto compartir una botella (me da tanto asco que antes muero deshidratada), no bebo nada con gas porque “pica”. Esto igual tiene que ver con la hipersensibilidad. No puedo, me pica en la lengua y… sí, creo que “muevo” las manos, sacudo la cabeza cual escalofrío y, si puedo, salto. No bebo infusiones tampoco.
  • Agua fría y sopa quemando. Vivan los extremos.
  • No me gusta el sabor amargo, ni el ácido ni el picante. Me vienen escalofríos de pensarlo. Aunque el picante hay días que lo tolero. Depende de mi nivel de ansiedad supongo.
  • No me gustan los cereales ni las galletas mojadas con leche o con lo sea. Las papillas de cereales de mis hijos eran una tortura.  No olvido ese olor.
  • Vinagre: no me gusta nada. Y el olor me recuerda a una niña de la escuela que sus padres se lo ponían en la cabeza y me pasaba el día oliendo el vinagre.  Tengo esa imagen y olor congelados en mis recuerdos.
  • No como fruta (¡¡fatal!! lo sé).  El melocotón en concreto no puedo con él (pero me encanta su tacto). Ese olor… se me quita hasta el hambre. Tengo recuerdos en el colegio pasando horas sentada frente a un melocotón, sola en el comedor. Era incapaz de comérmelo y también incapaz de esconderlo porque era y soy así de boba y obediente. Al final no me lo comía porque empezaba la clase y tiraban la toalla 😉
  • Verdura cocinada de la manera que sea. Cruda, no. Ensaladas, no. Tomates si, en todas sus formas. Me chifla.
  • Pescado sin espinas, si. Me encanta crudo (antes de ponerse de moda el sushi, también). Si me encuentro una espina en la boca, dejo de comer. Y no sé quitar las espinas con los cubiertos, soy torpe con las cositas pequeñas. 
  • Carne: poco hecha, cruda si puede ser. Si no se me hace una bola como a los niños.
  • Dulces: no. Pero las pocas cosas que me gustan, cuando me apetecen, puedo estar un día comiendo sólo eso (o sea estas nubes). Y me gusta hacer mezclas tan maravillosas como ir alternando chocolate blanco y patatas fritas (estas me han empezado a gustar de mayorcita, siempre he sido más de cosas tipo “ganchitos”). O hacer un aperitivo con olivas y berberechos acompañado con un Cacaolat (batido de chocolate).
  • Lácteos: no me gustan. Sólo un yogur de una marca en concreto que hace años dejaron de hacer. Flanes es lo único , preferiblemente de una marca.  Si son caseros no me suelen gustar (tengo varias anécdotas por este motivo).
  • El queso sólo me gusta fundido. Incluso si está frío pero antes ha estado fundido, me lo puedo llegar a comer. 
  • Me encantan las cremas de verdura (sin pimiento,) y las sopas. Podría vivir de sopas. 

Y algunas más que ahora no me vienen a la cabeza.  Pero aunque no os lo creáis…. ¡Me encanta la alta cocina y comer bien! Disfruto mucho mucho mucho. Disfruto tanto que sin darme cuenta aplaudo y emito sonidos. Los últimos años me ha dado por decir “cuidado que voy a empezar a hacer la vaca: mmmmmm” y me río mientras doy rienda suelta a mi momento de explosión sensorial.
De hecho, de niña pasaba de menús infantiles e iba a lo interesante en las cartas de los restaurantes. Eso sí, cuando tengo hambre, me sale un malhumor que muerdo. Pero muerdo en sentido literal. 

Soy poco original con la cocina diaria y así como con los niños me esfuerzo en que lleven una buena alimentación y coman de todo (lo que yo no como también, por supuesto) con horarios muy marcados, conmigo soy un desastre. Cuando estoy sola, puedo estar un día entero comiendo lo mismo y si estoy enganchada con algo que me interesa, como escribir o tocar el piano, puedo olvidarme o comer fuera de hora. 

Me gusta cocinar, pero sin seguir recetas. Me encanta intentar reproducir platos que he comido en algún sitio y experimentar.  

Y reconozco que cuando descubro algo nuevo o lo redescubro tras muchos años sin comerlo, se convierte en “monotema” y puedo llenar la nevera de esta misma cosa…. hasta que me canso. Quizás soy algo caprichosa e impulsiva en este aspecto.
Mis hijos lo saben y nos reímos juntos de mis compras masivas 😉 

Aquí podéis leer una entrevista que me hicieron para hablar sobre alimentación.

alimentación en el espectro autista
alimentación en el espectro autista