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En los artículos anteriores sobre la soledad, tanto la primera parte como la segunda, hablé más bien de la soledad física y no tanto de la soledad emocional. Esa soledad que arranca vidas.
Y es que ya dicen que no es lo mismo estar solo que sentirse solo, ¿no? 

He hablado en varias ocasiones sobre la necesidad de estar sola, por ejemplo, cuando estoy en pleno shutdown. Cuando necesito estar sola físicamente para poder reponerme del desgaste que me han supuesto una serie de interacciones sociales, o situaciones, que me han superado.  

También he hablado de la soledad elegida, de disfrutar de mi soledad física o social, para poder concentrarme en alguno de mis intereses intensos.

La soledad emocional creo (no sé si estoy usando el término correcto, no soy experta) es la que he sentido a lo largo de mi vida como consecuencia de cosas como: el sentido de no pertenencia, la incomprensión, las inseguridades o la baja autoestima.
Es un sentimiento muy profundo que supongo que era inevitable mientras yo misma no entendiera el porqué me sentía así. Y es que llegar al origen de las cosas es fundamental. 

Con esta reflexión no quiero culpar a mi entorno más cercano (familia y amigos) por no haber detectado esto antes; ni siquiera a los profesionales que en su día no lo detectaron. Es un tema lamentablemente muy desconocido.
Tampoco me quiero culpar a mí misma por camuflar, de manera inconsciente, lo que me ocurría; y por haber ido reduciendo tanto mis interacciones sociales los últimos años. Me he aislado.

Mi objetivo es, una vez más, el de dar visibilidad e intentar que otras personas tengan que pasar por lo mismo.

Para finalizar, me gustaría mucho decir que desde que tengo el diagnóstico ha menguado este sentimiento de soledad, pero no es así. Incluso me atrevería a decir que ha aumentado en algunos momentos y situaciones.
Desde que tengo el diagnóstico he entendido el porqué y he tomado consciencia.  No es un proceso sencillo ni agradable; pero sí necesario.
Y el hecho de tomar consciencia no hace que desaparezca sino que te da ciertas pistas para abordar y trabajar este sentimiento.

En el cuento breve de un diagnóstico tardío que escribí, esta sería una de las losas más pesadas del saco que he cargado durante mi vida; y una de las que más dudo que algún día me pueda liberar. 

 

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