Cuando tuve que recordar cosas de mi infancia y el colegio, durante el diagnóstico, hubo un recuerdo que hizo que se parara mi mundo un momento. Uno de tantos “clics” de los que fui teniendo durante esas semanas.
Hace unos días, mientras escribía sobre mi infancia y el colegio, recordé algo que ocurrió en el comedor del colegio en primero o segundo de primaria (para entonces EGB) y en ese momento no quise compartirlo.
Creo que no me solía quedar a comer cada día, no lo recuerdo bien. Un monitor dijo en voz alta que nadie iba al baño hasta que terminara de comer.
Yo necesitaba ir al baño pero fueron tan claras esas instrucciones, o esas “normas”, que simplemente ocurrió. En silencio, sin decir nada a nadie. Fue humillante y me sentí mal por no haber sido capaz de aguantar.
Recuerdo la cara de asombro de los monitores del comedor cuando se dieron cuenta y me preguntaron por qué no había dicho que necesitaba ir al baño. Les contesté que no dije nada porque habían dicho que nadie iba al baño hasta terminar de comer y que, claro, yo no había terminado.
Me cambiaron de ropa y, que yo recuerde, nunca más se habló de este tema. En casa tampoco.
Mientras me cambiaba de ropa, me repetían una y otra vez que tendría que haberlo dicho y que la próxima vez, fuera al baño. Recuerdo una sensación de confusión total con órdenes contradictorias.
Supongo que así es como vas aprendiendo cuando vas sin hoja de ruta y nadie te enseña el camino.
No explico esto para dar lástima ni como crítica a nadie. Explico esto para visualizar esa invisibilidad de la que tanto hablo.
Soy consciente de que no debe ser fácil detectar lo indetectable cuando hay mucho camuflaje. Sólo quería compartir una de estas cosas que en su día pasaron desapercibidas.
Y hasta aquí una pequeña reflexión sobre algunas señales de… ¿literalidad?