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Siguiendo con mi perfil sensorial y el patrón sensitivo, hoy quiero escribir sobre mi hipersensibilidad por excelencia: la hipersensibilidad auditiva. 

No es la primera vez que hablo sobre ruidos y sobre mi fobia a los petardos y a la pólvora. Y quiero hacerlo de nuevo porque es algo que me afecta, y mucho, en mi vida diaria. 

Me cuesta explicar en qué se diferencia mi hipersensibilidad con la “sensibilidad normal”, ya que no tengo ni idea de cómo perciben estos sonidos la mayoría de las personas. Sólo sé que para mí es extremadamente dañino tanto por las sensaciones que experimento como por la afectación en mis interacciones sociales.

No tolero los ruidos secos (y tal cual lo he escrito he pensado “¿existen los ruidos mojados?”).
Los sonidos agudos son insoportables, no hay manera humana, ni marciana, de soportarlos. Los sonidos graves me hacen sentir palpitaciones, y me puedo llegar a marear, pero no es nada comparable con el malestar que me genera un sonido agudo. Siento que me van a estallar los oídos y la cabeza entera. De hecho, muchas veces compenso un sonido agudo externo, con uno grave mío.
Y, por lo que he ido descubriendo, parece que oigo sonidos que otras personas no detectan.  

Lo que para algunos es ser una exagerada, o una cuentista, o incluso una inmadura, para mí es un estado de alerta constante y agotador. Cuando escucho un sonido fuerte, hay algo dentro de mí, en forma de angustia y miedo con pensamientos intrusivos, que no puedo controlar. Soy incapaz de concentrarme en nada, porque entro en un modo de “supervivencia” para controlar ese estado.
Siento la necesidad de taparme los oídos con las palmas de las manos (y lo hago) y de huir. Me vienen escalofríos y no puedo dejar de apretar los dientes muy fuerte.

EN CASA
Cuando estoy en casa me resultan insoportables algunos sonidos como las ollas y las tapas cuando chocan entre ellas. Y con la torpeza que me caracteriza, suelo tener el don de que se me caigan al suelo y otras absurdidades que hacen que el ruido sea peor. Sólo con imaginarlo y escribirlo me han venido varios escalofríos y tengo los dientes apretados a más no poder. De afilar los cuchillos ni hablamos, antes muero. 

Me aturulla la TV demasiado alta. De hecho siempre estoy molestando con el volumen. Es como si me costara mucho encontrar el punto intermedio. Así que, según con qué películas, voy subiendo y bajando el volumen en función de las secuencias.
Escucho los ruidos de los vecinos y no sólo los escucho sino que me obsesiono con esos sonidos y me sacan de quicio.  
Los gritos supongo que no podría tolerarlos pero, por suerte, en mi casa no se grita.

No puedo con los portazos, se me para el corazón y estoy un buen rato volviendo a un estado de regulación mínimamente aceptable.
Otra cosa que suele ser un problema son los timbres. Cuando sé que van a llamar al timbre, me tapo los oídos. Aunque lo “normal” es que no avisen y suele ser un susto del nivel de los portazos. 

Hace poco me di cuenta de que el ruido del aspirador me desregula de tal manera, que tengo que usarlo con auriculares que cancelen lo máximo posible el sonido. Y es curioso porque el sonido del secador lo tolero bastante bien, pero los aspiradores tienen como un pitido agudo que me machaca las neuronas y todo el sistema nervioso.

EN LA CALLE
Salir a la calle en una ciudad como Barcelona, es una tortura a nivel auditivo. Y todavía más después del confinamiento. 
Coches, motos, camiones, bocinas, sirenas, gritos, ladridos, obras… es un suplicio. 
Siempre salgo de casa con los auriculares puestos, pero hay muchos ruidos que me siguen llegando.  

SILENCIO ACOMPAÑADO
Y con esto empezamos con las contradicciones.
Igual que me molestan los ruidos, me incomoda mucho el silencio. Quizás porque si hay mucho silencio, yo sigo percibiendo otros sonidos que no me dejan concentrarme o descansar. Siempre hablo del “silencio acompañado”, ya sea con el sonido del mar o música, pero es como si necesitara “enmascarar” estos sonidos que me me llegan. 

DESREGULACIÓN: MELTDOWN, SHUTDOWN Y BURNOUT
Cuando estoy desregulada, todavía soy más sensible a todos los sonidos. Me irrito con más facilidad, pero es que realmente siento los sonidos como algo agresivo para mí. 
Esta hipersensibilidad suele ser una de las primeras señales de que está llegando un meltdown, shutdown o burnout.
A veces es tal el nivel, que hasta me molesta el sonido de “respirar”. 
Y, sin embargo, es posible que mis propios sonidos no sólo no me molesten sino que me ayuden a regularme. 

Si queréis saber más sobre mi hipersensibilidad auditiva, hace unos meses escribí sobre ruidos o mi fobia a los petardos.

 

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