Siempre me ha llamado la atención el flamenco y las sevillanas. Me gusta la música, el baile…. todo menos los mogollones que se pueden crear en sitios pequeños.
Nací en Barcelona, pero de los 0 a los 3 años viví en el Cabo de Gata. No creo que tenga nada que ver, o sí, pero he soñado miles de veces en lo que se debe sentir siendo una “bailaora”.
Soy una persona que vive las emociones intensamente y, quizás por esto, me fascina el flamenco por sentirlo de manera tan visceral y pasional.
El taconeo (o zapateado, no soy experta), es maravilloso para descargar, regular y sentir de una manera tan fuerte e intensa. Así como dar vueltas o seguir el ritmo con las palmas.
El movimiento que se hace con las muñecas y las manos, en las sevillanas, es un movimiento que suelo hacer para estirarme y regularme. Así que sumado a todo esto, ya es lo más.
Y, no os lo creeréis, pero me encanta que se aprendan con tantos números En mi cabeza no paro de visualizar secuencias de números.
También cabe tener en cuenta el peso de las faldas o vestidos. Cuanto más pesen, más me gustan. Justo antes del confinamiento, en un paseo de los que hago sola por el centro de Barcelona, me compré una falda hecha a medida que me encantó, a parte de por la forma, por el peso, la textura y el color. Fue un flechazo.
Eso sí, si bailo sevillanas, necesito mantener siempre las distancias o me agobio. Mi próximo objetivo es aprender a bailar flamenco.