Cuando hablamos de normalidad y diversidad, siempre tendemos a soltar la tan recurrida frase de “pero… ¿qué es normal y qué no?” a modo de consuelo. Pero realmente dudo que muchas personas se paren a pensarlo detenidamente. Ayer me detuve un rato en pensarlo una vez más.
Lo que para mí puede ser de lo más “normal” o habitual, es muy probable que para otras personas no lo sea; y viceversa.
Otra cosa es que lo que conforma mi normalidad sea menos habitual que la de los demás y por eso se me pueda considerar diferente. Incluso rara.
Para mí es “normal” ver el mundo en imágenes, decir las cosas como las pienso, híper focalizarme en cosas que me fascinan, sentir intensamente la vida, escuchar una misma canción en bucle, soñar despierta y ausentarme; entre otras cosas. Para mí es lo normal aunque para otros pueda ser “no normal”.
De la misma manera, para otras personas puede ser normal el comunicarse con dobles sentidos, el relacionarse casi sin esfuerzo, el salir a la calle sin asustarse por los ruidos,… Para otros puede ser “la normalidad” todo esto mientras que para mí no lo es.
En lo que creo que sí que estaríamos de acuerdo es en que la diversidad es objetiva porque todos somos únicos e irrepetibles. O, por lo menos, así lo veo yo.
En mi opinión, la normalidad es subjetiva y la diversidad objetiva.