Skip to content Skip to footer

A menudo tengo que enfrentarme a situaciones que forman parte del día a día y me generan ansiedad.

Suelen ser cosas tan cotidianas o “normales” que a quien me rodea le pueden parecer una gran tontería, entendiendo la palabra tontería como algo sin importancia. 
A mí me da relativamente igual que a otra persona le parezca una tontería igual que a mí me pueden parecer tonterías otras cosas. Lo que no me da igual es que en lugar de respetar, se juzgue. Porque no es lo mismo preguntar y mostrar interés, a pesar de que te cueste entenderlo, que juzgar y, en muchas ocasiones, hacer burla con un sentido del humor humillante. Haciendo que, por lo menos en mi caso, elija evitar la situación en cuestión. Porque suficiente tengo con el hecho de enfrentarme a algo como para tener que aguantar comentarios y miradas.  

Pongamos por caso que estoy en una cena de cumpleaños, con más de 3 o 4 personas, un viernes tras un día intenso de trabajo. Estoy* allí a pesar de necesitar estar en casa

*No siempre lo consigo a pesar de intentarlo. Si estoy muy sobrepasada, es materialmente imposible que vaya y sé que esto ha derivado en problemas con amigos que me han tachado de egoísta u otras cosas.

Empezamos a cenar y alguien me dice “Sara, encárgate de partir esto y servirlo”.
Mi respuesta seguramente será “si no te importa que lo haga otra persona, no se me da bien hacer esto” (con cara de pánico-apuro) o le pediré a quien tengo cerca si lo puede hacer. Y no es por ir por el mundo de princesita a la que se le caen los anillos por hacer estas cosas. No es esto.

Esto ocurre por varios motivos: 

  • Soy torpe tanto para cortar en partes iguales como para repartir sin liarla (con la consiguiente reprimenda por haber manchado el mantel). 
  • Por un momento me convierto en el centro de atención y esto no me gusta. 
  • Me aterra hacerlo mal y hacer el ridículo. No puedo fallar en mi cabecita perfeccionista
  • Tengo recuerdos de malas experiencias, de fracaso, y me genera ansiedad. 

En estos casos me llevaré algún comentario tipo “qué tontería, a ver si maduras un poco” o “déjate de tonterías y haz el favor” con mirada acompañada de suspiro. 

Llega el momento de la tarta: gritos. Me aguanto.

Seguimos con el momento del brindis. Sacan una botella de cava y yo me levanto a buscar algo disimuladamente o, en caso de no darme tiempo de escaparme, me tapo los oídos.
Lo ven. Repito: LO VEN. ¿Qué ven? Cómo me tapo los oídos y me aparto.
En la mayoría de los casos harán caso omiso a mi miedo a ese ruido. En algunas ocasiones (muchas más de las que os imagináis) decidirán aplicar una terapia de choque recreándose con el disparo del corcho, con el correspondiente comentario de “eres un poco mayorcita ya para estas tonterías ¿no?” (a lo que yo callo y pienso “¡amén! ha hablado la empatía”) o un “pero si sólo es una botella y un tapón” (y vuelvo a pensar “y lo mío es sólo una hipersensibilidad que me hace sentir cosas que no soportarías”). 

Cuando llega la sobremesa y mi capacidad de socialización está llegando al límite; pobre de mí que diga “yo ya me voy”… Porque entonces llega el momento de sosa, rancia, aguafiestas, ya te vale… Si supieran el esfuerzo que hago por no contestar mal y lo que tengo acumulado, nadie se arriesgaría a decir nada de esto, 

Termina la cena y de camino a casa pienso que: 

  • Me he esforzado en ir (recordemos que por trabajo suelo necesitar desconectar de todo y recargar pilas el fin de semana).  
  • Me han reprochado varias veces el que sea “así” aun esforzándome en hacer las cosas como quieren y esperan. 
  • Me he sentido mal y nadie se ha dado cuenta (y el Óscar a la mejor película es “¡Enmascárate como puedas!”). 
  • Sólo he pedido una o dos veces si podían bajar la música o gritar menos. No he insistido al ver la respuesta. 
  • He sido respetuosa hasta el final. Excepto si no me dejan marchar. En este caso es posible que me haya puesto de un humor que muerdo. Una tiene unos límites.  
  • Bueno, vale, igual en algún momento se me ha puesto cara de “palo”. Disimulo fatal.

Otras situaciones pueden ser: hablar en público, liderar una reunión, pedir mesa en un restaurante, ir a comprar en hora punta, tener que esperar en sitios muy concurridos, aguantar sobremesas muy largas, el no saber dónde iremos a pasar el día, tener que permanecer quieta demasiado rato, participar en un grupo, ir en transporte público (efecto secundario de la pandemia), permanecer en un evento muchas horas, etc etc etc. 

Así que, para concluir, digo que: hay situaciones que, aunque para otra persona no tengan dificultad, para mi son todo un reto.
Sé que parte de la solución no pasa por evitarlas sino más bien por enfrentarme a ellas e ir cogiendo confianza y seguridad.
Pero esto no será posible mientras mi entorno no entienda y respete mi manera de ser y sentir. Porque esto no va de cambiar a las personas sino de respetarnos y querernos como somos.

Si quieres ayudarme escúchame, respétame y no me empujes al vacío para que “aprenda” ni, mucho menos, pretendas cambiar mi manera de ser.
Si realmente quieres ayudarme, dame herramientas para aprender a volar. 
Y, en cualquier caso, no infravalores mis miedos y la dificultad que supone para mí algo que para ti es tan fácil.

Por mi parte estoy haciendo muchos esfuerzos en conocerme y aprender a explicar cómo soy y cómo siento las cosas. Esto es un trabajo en equipo.

Gracias.

 

2 Comentarios

  • Gloria
    Posted 13 febrero 2021 at 11:45 pm

    Me ha encantado el post. Ojalá fueran todos más respetuosos y conscientes. Haríamos de la vida un lugar más seguro y cómodo. Un abrazo Sara.

  • Post Author
    Mujer y Autista
    Posted 14 febrero 2021 at 10:49 am

    Gracias Gloria! Un abrazo 🙂

Deja un comentario

Go to Top