Con los años he entendido lo importante que es aprender a decir que no y a poner límites.
Imagino que es un aprendizaje muy común, para cualquier persona, y a priori no debería ser algo que me hiciera parecer, o ser, muy diferente a la mayoría de personas.
Mi mayor problema es que a pesar de ir aprendiendo que esto debe ser así, no he tenido herramientas suficientes para saber cómo hacerlo ni en qué momento.
Siento que al estar tantos años viviendo con una máscara social para intentar encajar en el mundo, es difícil saber dónde y cuándo poner los límites. Porque uno de los objetivos de esta máscara era (a veces todavía es) gustar, agradar o complacer; y, si le mezclas el hecho de no entender el porqué de cómo te sientes y de cómo funciona el mundo, es muy difícil poner los límites dónde y cuándo tocaría. O decir un no a tiempo.
Yo creo que una de las herramientas más poderosas que me podrían haber dado con un diagnóstico precoz, hubiera sido el saber cuándo y cómo poner límites.
Porque cuando enmascaras, o camuflas, como ya comenté, algunos de los daños colaterales son los de desvirtuar tu propia identidad y dejar tu autoestima por los suelos.
Y esto es muy peligroso en cuanto a saber decir que no y a poner límites, porque puede convertirte en un ser muy vulnerable en muchas (demasiadas) situaciones.
Para explicarlo de manera resumida y clara: es tan importante el querer complacer a los demás, que parece que “todo vale”. Y esto hace que te olvides de ti, que dejes de quererte y de respetarte.
Reconstrucción modo on 🙂
1 Comentario