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Hay días en los que siento que el agua que sale de la ducha me “pica” y tengo duchas picantes, en el sentido más literal.
Es como si salieran micro pinchitos del teléfono de la ducha. 

No es un dolor insoportable. Ni siquiera es dolor. Es una molestia soportable pero pesada. 

Siempre he tenido la sensación de que algunos días la presión del agua era mucho más fuerte que otros. Pero ahora veo que no, que el problema no era de la presión, ni de la temperatura, que imagino que sí que pueden tener pequeñas variaciones ambas.
El problema me temo que lo tengo yo y mi “hipersensibilidad” o lo que sea, pero está en mí. Y por mucho que baje la presión, el día que me molesta, me sigue molestando igual. 

Ahora que me observo más, ya lo he detectado como señal de estar “sobrepasada” o cerca de llegar al límite. No sé explicarlo mejor ni con tecnicismos. 

Los días que noto que me pincha la ducha son de esos días en que soporto menos de lo habitual que alguien me roce (ni hablo de tocar), o esos días en que cualquier ruido imperceptible me irrita; o esos días de suspiros, contar y tener autocontrol… Días como los que tengo esta semana con una carga social altísima tras unas semanas emocionalmente duras. 

¿Qué creo que me podría ayudar en estos días?

Pues no tengo muy claro lo que me ayudaría… A veces pienso que me iría bien subir una montaña rusa; otras querría quedarme tumbada en el suelo escuchando música; muchas otras veces necesitaría ir a la orilla y quedarme horas viendo el mar; o me gustaría poder cantar a grito pelado y bailar saltando; también me encantaría saltar en unas camas elásticas;… 

Lo que sí tengo claro es que querría poder ser yo misma en cualquiera de las opciones que elija. Y esto incluye todos los movimientos de manos, pies, cabeza y lo que se me ocurra que yo quiera y necesite. Sin que se juzgue lo que es “normal” o lo que no lo es.
Para mí todo lo que me vaya bien para estar mejor es “normal” siempre y cuando no haga daño a nadie. 

 

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