Skip to content Skip to footer

Los deportes nunca han sido mi fuerte y uno de los peores recuerdos que tengo de mi infancia, entre los 3 y 6 años, es la natación.

Por suerte, la directora del parvulario me tenía un poco “mimada-protegida” y a veces me dejaba “no ir” cuando veía la angustia que me generaba. 

Me acuerdo perfectamente del olor, de la temperatura y la humedad del lugar, de cómo resonaban las voces en el recinto… De hecho aún ahora no me gustan las piscinas cubiertas, me traen malos recuerdos. 

Recuerdo cómo estábamos en fila y nos tiraban al agua, uno a uno como a un saco de patatas, para que fuéramos nadando hasta el final del carril. Sin contar hasta tres, ni hasta dos ni hasta nada. Con contacto físico (arjjj). Sin instrucciones claras… ¡Sentía que me iba a ahogar! Encima había ruido, mucho ruido, de voces. 

Las duchas que había en el pasillo de acceso a la piscina eran el túnel del terror directamente. 

Y tampoco olvido esos suelos que alguna vez había escuchado que “contagian hongos” y me horrorizaba el pensar que me saldrían setas (champiñones en concreto) por los pies. Ahora me río cuando lo escribo, pero recuerdo haber tenido esta imagen, o este pensamiento, muchas veces a lo largo de mi vida.

¿Cómo podría haber sido una experiencia más positiva? Pues viéndolo desde la distancia creo que quizás me hubiera ayudado un poco de más de anticipación…. un acompañamiento más individualizado por lo menos al principio… dejarme (y respetar) mis tiempos para que yo pudiera analizar la situación…. Lo mismo que necesita cualquier niña o niño: respetar los tiempos de cada uno y acompañarles. ¿No?

Y como curiosidad, una de las cosas que ha sobrevivido a todos mis cambios de domicilio (unos cuantos, por cierto) es un trofeo que nos dieron el último día de clase de natación.
A veces pienso que lo guardo como un “yo sobreviví a la natación” y otras veces pienso que debería estamparlo contra un muro y deshacerme de estos pensamientos negativos.

A lo largo de mi vida he intentado hacer actividades en piscinas cubiertas (con mis hijos normalmente) y no he podido mantener ninguno de los intentos. A parte de que compartir vestuarios con más personas es algo que tampoco me gusta y me da bastante “asco”. Pero esto ya es otro tema.

Es una lástima que, con lo mucho que me gusta el mar y el agua en general, cogiera tal pánico a esta actividad. Para mi se convirtió en un acto de supervivencia cada vez que iba. Ojalá hubiese tenido más carácter en lugar de callar e ir acumulando angustia.

2 Comentarios

  • jag7
    Posted 7 diciembre 2020 at 8:42 pm

    Hola, también soy autista y me pasó algo parecido de niño con la natación. Es un recuerdo horrible, llegué a esconderme debajo de un banco. También tengo grabados los olores, las voces, el frío… Me ha gustado leer tu historia, gracias por compartirla.

  • Post Author
    Mujer y Autista
    Posted 7 diciembre 2020 at 8:46 pm

    Gracias a ti por leerme y por compartir 🙂

Deja un comentario

Go to Top