Soy exigente conmigo… mucho, muchísimo… hasta el límite de que una vez en la unidad de TDAH, una doctora me preguntó si era muy exigente conmigo misma y le contesté que “si alguien me tratara como me trato yo a mí misma, le denunciaría por malos tratos”.
Ese día lloré. Lloré mucho. Ese día me di cuenta de que había algo que se me escapaba y debía seguir buscando respuestas. Dos años más tarde llegó el diagnóstico (TEA Grado 1) que me está dando todas estas respuestas.
Soy observadora y tengo tendencia a sobreanalizar. Funciono con patrones (sociales) que voy creando por y para cada situación. Por este motivo a menudo me odio por no haber sabido “actuar mejor” en una situación social, o por haber dicho algo que no tocaba, o por haber reaccionado diferente a como lo tenía planeado, o por no haber podido controlar una palabra, o un gesto o una expresión… Entro en un bucle de rabia y de odio hacia mí misma, mezclado con frustración, que acaba saliendo en forma de ansiedad.
De tics y estereotipias hablaré más adelante.
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