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Si hay algo que se me da verdaderamente bien es meter la pata (mientras lo digo me imagino con botas de agua en un charco de barro) hasta el fondo. Y cuanto más lo intento arreglar, peor. Podría dejar de hablar o cambiar de tema, pero no, lo mío es meterme en un jardín sin salida (y lleno de flores). 

Con el tiempo he aprendido a reconocer en voz alta un “me estoy metiendo en un jardín yo solita” y sería el momento ideal para cambiar de tema; pero no, mi afán de seguir intentando (des)arreglar el desastre no tiene fin.

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