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Sé mentir pero creo que no lo siento tan necesario como otras personas en mi vida diaria. O eso creo. 

Dicen que tengo pocos filtros, que se me nota mucho cuando intento mentir e incluso creen que soy graciosa. Esto último supongo que me lo dicen porque se me suele escapar la risa.
Y casi siempre me pongo roja como un pimiento. Soy fácil de delatar. 

Tengo la sensación de que vivo en una sociedad donde mentir parece que forma parte de los “formalismos sociales” que intento cumplir, muy a mi pesar. 
Además, esta costumbre extraña hace que tenga que estar continuamente descifrando las verdades entre “pequeñas” mentiras…. Y es un poco agotador, la verdad. 

No me gusta mentir. Me parece una pérdida de tiempo y energía innecesaria.
Sé que las cosas se pueden, y deben, decir sin hacer daño a la otra persona. Y también sé que a veces puedo ser muy directa sin darme cuenta y puedo molestar a mi interlocutor. Lo siento por la parte que me toca.
Pero creo que una verdad bien dicha siempre será mejor que cualquier mentira.

Por otro lado, tengo que decir que creo que en algunas situaciones miento por supervivencia. Por ejemplo: cuando estoy en pleno apagón (shutdown) es más fácil decir que tengo un virus para evitar alguna situación que no me veo capaz de afrontar, que explicar lo que me pasa y arriesgarme a tener que escuchar respuestas que me terminen de derrumbar. 

En resumen: sé mentir (otro de los mitos que existen sobre el autismo) pero no me gusta y se me da fatal.   

 

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