Una de las cosas que me llevaron al diagnóstico fue ese cansancio inexplicable que tenía algunos días; sobre todo los fines de semana tras una semana con muchas interacciones sociales.Lo que ahora sé que es desgaste por socializar.
Acudía a médicos varios en busca de respuestas y me llevaba puesto de todo (medicación, analíticas y pruebas varias) menos respuestas a la causa de ese cansancio.
Voy a intentar compartir unas pinceladas, tras este año y pico conociéndome, del porqué del desgaste de socializar en mi caso.
Pongamos, por ejemplo, algo tan “sencillo” como ir a tomar algo a media tarde con 2 amigos a los que veo de vez en cuando.
Anticipación y planificación
Es muy habitual preguntar detalles de los que recibes respuestas tipo “lo vemos sobre la marcha”. Sólo falta acompañar esa frase con unos puntos suspensivos y se me empieza a girar el día. O que te digan que no sea pesada, que no me preocupe, que “me gustará”.
Por otro lado, una vez tengo los detalles del sitio y hora, investigo cómo es el sitio, la zona, la gente que puede haber, cómo ir, cómo volver y un largo etcétera.
De cómo iré vestida no me preocupo mucho, porque siempre voy igual.
Salgo de casa con cierto desgaste sólo por la preparación.
Estímulos
Una vez en el sitio, el desgaste dependerá de cosas como el ruido, el número de personas, las luces, los olores, los colores y otras tantas. O cosas como que aparezca otra persona con la que no contaba en mi anticipación.
En mi caso, lo que me roba más energía creo que es el bullicio: muchas personas juntas, invadiendo mi espacio vital y haciendo ruido. En estos casos, suelo entrar en “modo bloqueo” no siendo capaz de seguir una conversación ni hablar en muchas ocasiones. Mis esfuerzos están centrados en intentar no colapsar / explotar allí en medio.
Sobreanalizar
Llego a casa, mi refugio. Pero el desgaste no ha terminado, porque entonces empieza la parte de sobreanalizar absolutamente todo lo que he dicho y hecho. Bueno, y lo que no he dicho y no he hecho, también. No le quitemos méritos a mi “don sobreanalizador”
En este punto entra en juego mi hiperexigencia, siempre dispuesta a echarme una mano para castigarme un rato (sólo me falta sacar el látigo y flagelarme). Porque sí, seguro que me parecerá que he hecho muchas cosas mal, o que podrían mejorarse.
Y hasta aquí un pequeño ejemplo del desgaste que me supone socializar.
En próximos capítulos hablaré de las interacciones para las que ensayo las conversaciones delante de un espejo, en casa. O llevar un esquema de posibles conversaciones. Tenemos tema para rato 😉