Una de las cosas que me han salvado la existencia desde niña han sido, sin duda, los auriculares. Es una de mis herramientas de autorregulación por excelencia.
Desde mis primeros “walkman” (una tiene una edad ya), ya no he podido vivir sin ellos.
Aunque tras el primer confinamiento debido a la pandemia mi hipersensibilidad acústica se ha visto perjudicada y los necesito más si cabe, siempre los he usado:
- Para salir de casa sola: siempre puestos (con o sin música) aunque sea para bajar la basura. Es algo automatizado en mi ritual para salir de casa.
- Si no voy sola: siempre en el bolso, aunque sepa que no los usaré desde que salga de casa hasta que vuelva.
- En casa (aunque esté sola): por la noche casi siempre y el resto del día según el nivel de ansiedad.
- De niña: en el coche, en todos los viajes y desplazamientos.
La música siempre ha formado parte de mi vida. Y más ahora que forma parte de mi día a día laboral. Siempre ha sido una de mis herramientas de regulación emocional que me ha acompañado..
La excepción para usarlos podría ser cuando estoy en estado de shutdown o burnout, o sea cuando me quedo sin energías y la hipersensibilidad se me agudiza tanto que no tolero ni la música y, alguna veces, el hecho de notarlos en mi cabeza u oídos.