Skip to content Skip to footer

Cuando me dan regalos, tanto reacciono cual unicornio desbocado, saltando, haciendo wiiiiiii y aleteando, como me quedo aparentemente impasible. Y no significa que me guste más una cosa que otra. 

Lo primero creo que sólo me ocurre cuando son regalos que yo esperaba, que sabía que me iban a hacer y que deseaba mucho. Casi seguro relacionado con un súper ultra mega interés (posiblemente nuevo).  O cuando estoy sola y no me ve nadie.

Mi reacción “natural” es quedarme unos minutos en pausa mirando qué es, sin dolor de cara por forzar una sonrisa. Porque seguramente es algo que no me esperaba, sin anticipación, y quiero analizarlo y saber qué es. 
Aunque sea algo que para todo el mundo “es brutal”, yo necesito mi ratito para saber qué es e imaginarlo en mi vida. No es broma, en unos minutos visualizo un peli entera con ese objeto. 

Durante muchos años intenté reaccionar como creía que esperaban los demás, pero sinceramente se me daba fatal esa actuación y creo que entonces sí que parecía que no me gustara el regalo. 
Desde hace un tiempo (poco antes del diagnóstico también) lo que hago es explicar que sí que me gusta pero que yo reacciono así, y punto. No se lo suelen creer si no me conocen bien. 

¡Ah! Todo esto no significa que no me gusten los regalos. Me encantan. Aunque es cierto que no suelo tener muchos 😉 

Por otro lado, si añadimos que no me gusta dar besos ni tener contacto físico en general, pues no sólo voy a ser una desagradecida sino que encima seré una maleducada. 
Por mi parte prefiero mostrarme como soy aunque el precio sean esas etiquetas. 

Y hasta aquí un pequeño avance de la reflexión caótica que estoy escribiendo sobre emociones, empatía y reacciones. 

 

Deja un comentario

Go to Top