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A veces me dan ataques de risa que no puedo detener ni contener. Y sé que hacen sentir muy incómodos a quienes estén conmigo.
Pero realmente me dan de una manera inevitable y, casi siempre, en los momentos menos apropiados. 

Me pongo nerviosa por lo que sea y mi reacción es un ataque de risa de los que tienes que tener bien entrenado el suelo pélvico. 

En restaurantes, por ejemplo, me han dado varias veces con tonterías como ver que un comensal tiene los dientes manchados por la tinta de arroz negro o si a alguien se le ha quedado algo en la barbilla. Y no soy capaz de decirlo porque sé que ofendería a la otra persona con el ataque de risa que me acompañaría. No sé si es por los nervios de tener que decírselo a la otra persona o por qué pero me da la risa tonta y no hay quien me saque de allí dignamente.  

Una vez, en una comida de trabajo, la persona con la que nos habíamos reunido mi jefe y yo se comió el wasabi cual trozo de aguacate y en un intento de avisarle me dio un ataque de risa mortal que mi jefe casi me mata. Y cuanto peor me miraba, más me reía. Y el pobre hombre sudando la gota gorda y bebiendo agua mientras yo lloraba de la risa mientras pedía perdón.

El peor fue cenando de niña con una familiar, bastante antipática por cierto.
Antes de empezar a cenar me dio un ataque de risa sin que pasara nada concreto. Y cuanto más me preguntaba de qué me reía y me decía que parara, peor. No se me pasó hasta que nos fuimos. Todavía hoy no sé de qué me reía pero me acuerdo perfectamente de ese día. 

Otros momentos más incómodos han sido, por ejemplo, en alguna boda o algún funeral de alguien cercano; en clase; en reuniones de trabajo;…. sobre todo en momentos de silencio en que podía escuchar los ruidos del estómago. Me provocan ataques de risa absurdos.
Supongo que por eso en el colegio siempre tenía algo para comer en mi pupitre, para que no me hicieran ruido las tripas y no me diera el ataque de risa. 

Y uno de los más memorables fue cuando, en la primera ecografía del embarazo de mis hijos, me dijeron que eran trillizos. Me sacaron de la consulta a carcajada limpia. Y me duró unos cuantos días cada vez que alguien me preguntaba y les contaba que iba a tener trillizos (al final fueron gemelos). Me acuerdo que en mi entorno nadie entendía qué me hacía tanta gracia. 

¿Qué hacer si me da un ataque de risa?
Lo que sea menos decirme “no te rías” porque entonces la cosa va in crescendo. 

En fin, si reir es sano, yo tengo que estar sanísima.

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