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Cuando salgo a la calle me pongo los auriculares (con o sin música) y veo nada mientras no lo veo todo, pero no me pierdo ni un detalle de lo que me interesa o de lo que puede ser un peligro.

Cuando salgo de casa, lo analizo todo. Y todo es TODO. Cada persona, cada sitio, cada situación. Soy un escáner con patas.

Entro a un sitio y busco las salidas de emergencia, calculo cuánta gente puede llegar a haber, la acústica del local y si se prevén ruidos fuertes, cuánto rato creo que podré estar sin sentirme incómoda, y así un largo etcétera. Y si es un pica pica, sabré por dónde van a salir los aperitivos calientes. por supuesto.

En cuanto a las personas, me encanta observar cómo se comunican, cómo gesticulan, qué palabras dicen, cómo las dicen, cómo las perciben las otras personas,, qué piden, qué beben, cómo comen, cómo beben… (después de esto veremos quién es el guapo que quiere tomar algo conmigo ;-))  y mi cabeza saca patrones continuamente, uno tras otro. ¿Patrones para qué? Para dirigir mi comportamiento e intentar predecir cómo se comportarán los demás. Fácil.

Y las redes sociales…. oh, qué paraíso para la observación de los comportamientos y el tan sorprendente “postureo”. Vivimos en una sociedad en la que está tan normalizado el aparentar, que se convierte en extraordinario ser uno mismo. Esto debe ser cansado también, compadezco a quienes lo practican.
Yo reconozco que de vez en cuando intentaba hacerlo, pero ya tengo suficiente con mi “postureo” de supervivencia.

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