Me encantan los zapatos de una manera inversamente proporcional a lo feos que me parecen los pies en general (seguidos por las orejas).
Tengo muchos pares de zapatos que debería y me gustaría usar a diario.
Y tengo los dos pares que uso: los de invierno y los de verano. He simulado tirarlos por petición popular. Varias veces. A mi también me parecen roñosos y bastante descuidados, pero… ¡no hay pero! Me aportan seguridad y menos torpeza al andar.
Con mis zapatos “zona de confort” sé que es menos probable que tropiece. Y si tropiezo es posible que no me caiga. Y, por supuesto, son mis mejores aliados para andar tantos km como mis pies quieran y dejarme perder por la ciudad.
